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La Virgen de La Altagracia, culto e historia

Por: Aquiles Castro
Antropólogo

El culto de la virgen de la Altagracia constituye una de las advocaciones fundamentales de la Madre de Dios en el imaginario sagrado del pueblo dominicano.

La imagen y los significados del carácter simbólico del icono y de los atributos de la Virgen de la Altagracia los encontramos asociados a dos dimensiones: un catolicismo oficial pautado por la autoridad eclesial y un catolicismo popular en constante recreación desde las experiencias vitales.

Cuenta la leyenda, desde los días de la colonia, que la virgen desapareció misteriosamente del lugar donde la conservaba una niña predestinada después de haber revelado su voluntad de ser adorada en un lugar preciso.

La virgen reapareció en un naranjo que a destiempo floreció, y fue justo allí el lugar señalado, con lo cual Dios dio a entender que no quería que la virgen saliera de Higüey.

“Al principio enviaron por ella al arzobispo y el cabildo de la catedral, y se desapareció de un arca a donde la traían encerrada con veneración y cuidado”.

Según Sócrates Nolasco, hacia 1503 “ya se alude a cierta negra, en la ciudad de Santo Domingo, que muy religiosa y caritativa practicaba y fomentaba la devoción de la Altagracia” (Días de la colonia, SD, El Caribe, 1974, p. 130). Más allá de la leyenda, se pueden identificar algunos hitos en el proceso de construcción y en el legado de esta deidad del panteón católico.

Desde los célebres eventos narrados por la tradición en la Sabana Real de La Limonade en 1691, pasando por la ceremonia de la coronación en Santo Domingo en 1924, hasta la apertura en 1971 de la Basílica Catedral de Nuestra Señora instalada en Salvaleón de Higüey, la imagen de la Altagracia ha ocupado lugar señero en las representaciones religiosas en el de la población.

Los bucaneros asentados en la Tortuga, con apoyo de Francia, invadieron en 1689 el interior de la Española, y se apoderaron y saquearon a Santiago. Fueron enfrentados por las autoridades españolas en cruento combate ocurrido en la Sabana Real, del Limonal o de la Limonade. En este lugar, por mandato de las autoridades, la Virgen de las Mercedes presidía el desplazamiento de las tropas españolas; sin embargo, los soldados invocaban la protección de la Señora de la Alta Gracia. Esta doble veneración fortaleció la fe en la Madre de las Mercedes e inauguró en toda la isla el culto de la Altagracia.

El desenlace a favor de españoles y criollos contra los franceses se consideró resultado de la intercesión de la virgen.

“Ese triunfo nos produjo muchas consecuencias beneficiosas […]. Hasta nuestra alma religiosa fue exaltada por tan trascendental victoria: entonces fue cuando tomó auténtico auge el culto de esa advocación de Nuestra Señora que tiene su santuario en la villa de Salvaleón de Higüey y que desde allí derrama sobre toda la República su alta gracia (Alcides García Lluberes, Clío, No. 110, pág. 90).

Sobre el impacto en la sociedad dominicana de la apoteósica ceremonia de coronación de la Altagracia, ocurrida el 15 de agosto de 1922, nos habla la carta pastoral dirigida al clero y a los fieles de la Arquidiócesis, suscrita por el arzobispo de Santo Domingo el 8 de septiembre del mismo año:

“… y visteis cómo sobre tantos tristes enfermos, derramó el divino bálsamo de la salud […] los milagros se sucedieron numerosos…” (Documentos inéditos del Padre Adolfo Alejandro Nouel, Santo Domingo, AGN, 2008. Tomo III, p.119).

Destacamos tres disposiciones que ilustran acerca fervor reinante:

Ordenar se conmemore el 15 de agosto de cada año el aniversario de la Coronación en toda la Arquidiócesis […] con el mayor esplendor posible.

Disponer de todos los derechos arancelarios a todos aquellos fieles que viviendo amancebados o casados civilmente, quisieren santificar su unión, para lo cual facultamos a los señores párrocos a dispensar hasta las tres proclamas canónicas.

Conceder la absoluta exoneración de cualquier clase de derechos de arancel a aquellas personas necesitadas que quieran bautizar sus hijos … (Documentos… pp. 120).

La persistencia y extensión del culto a la Virgen de la Altagracia entre los dominicanos, se confirma cada día 21 de enero, cuando miles de ellos visitan el santuario “para cumplir promesas”. Ante la imagen sagrada, se pide su intercesión en casos de enfermedad o peligro, tanto para el peticionario, como para un pariente o amigo. Al mismo tiempo, se promete repetir la visita al santuario.

Además de Santo Domingo, la Altagracia era venerada por habitantes de Puerto Rico y Cuba, y todavía hoy, con motivo del 21 de enero,sus fieles también llegan a la Basílica desde el vecino Haití.

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